Harina integral: ¿realmente es mejor para la salud?
Descubre los beneficios y desafíos de la harina integral y si realmente es la opción más saludable para tus productos horneados.
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Harina Integral: ¿Realmente Es Mejor Para La Salud?
La harina integral se ha posicionado en los últimos años como el santo grial de la alimentación saludable. Desde su presencia destacada en las estanterías de supermercados hasta su mención en incontables artículos sobre nutrición, este ingrediente ha capturado la atención de consumidores preocupados por su bienestar. Sin embargo, entre tanto bombo publicitario y afirmaciones de marketing, surge una pregunta fundamental: ¿es la harina integral realmente superior desde el punto de vista nutricional, o simplemente estamos ante otra moda alimentaria pasajera?
En este análisis exhaustivo, desmontaremos mitos, examinaremos evidencias científicas y ofreceremos una perspectiva equilibrada sobre los verdaderos beneficios y limitaciones de la harina integral. Desde su composición nutricional hasta su impacto en diversas condiciones de salud, pasando por los desafíos prácticos que presenta en la cocina, exploraremos todos los ángulos para que puedas tomar decisiones informadas sobre su inclusión en tu dieta.
Lo que descubrirás podría sorprenderte: la historia de la harina integral es más compleja y matizada de lo que muchos creen, y su valor real depende de múltiples factores que rara vez se discuten en profundidad.
¿Qué es exactamente la harina integral?
Antes de sumergimos en sus beneficios y desafíos, es crucial entender qué distingue a la harina integral de sus contrapartes refinadas. La diferencia fundamental radica en el procesamiento: mientras que la harina refinada se produce eliminando el salvado (capa externa) y el germen (núcleo nutritivo) del grano, dejando solo el endospermo rico en almidón, la harina integral mantiene los tres componentes del grano intactos.
Esta distinción aparentemente simple tiene profundas implicaciones nutricionales. El salvado y el germen contienen la mayor parte de la fibra, vitaminas, minerales y antioxidantes del grano. Al conservar estos componentes, la harina integral retiene un perfil nutricional significativamente más completo.
Es importante señalar que existen diversos tipos de harina integral según el cereal de origen: trigo, centeno, avena, espelta, entre otros. Cada variedad ofrece un perfil nutricional ligeramente distinto y propiedades organolépticas características que influyen tanto en aspectos culinarios como en los potenciales beneficios para la salud.

Beneficios nutricionales de la harina integral
La superioridad nutricional de la harina integral frente a la refinada está ampliamente documentada en la literatura científica. Su composición holística, que conserva todas las partes del grano, la convierte en un verdadero tesoro nutricional por diversas razones.
Contenido de fibra y nutrientes esenciales
El contenido de fibra representa quizás la ventaja más significativa de la harina integral. Un análisis comparativo muestra que contiene aproximadamente tres veces más fibra dietética que su equivalente refinada. Esta fibra, principalmente insoluble, juega un papel crucial en la salud digestiva:
- Promueve la regularidad intestinal y previene el estreñimiento
- Alimenta la microbiota intestinal beneficiosa
- Contribuye a una absorción más lenta de los azúcares
- Genera mayor saciedad, potencialmente ayudando al control del peso
Más allá de la fibra, la harina integral constituye una fuente significativa de micronutrientes esenciales. Un estudio publicado en el Journal of Nutrition reveló que contiene hasta 5 veces más vitaminas del complejo B (especialmente B1, B2, B3 y B6) que la harina refinada. Estas vitaminas son fundamentales para el metabolismo energético y la salud neurológica.
El perfil mineral también es considerablemente superior, destacando especialmente en:
- Hierro: esencial para la producción de hemoglobina y el transporte de oxígeno
- Zinc: crucial para el sistema inmunológico y la cicatrización
- Magnesio: implicado en más de 300 reacciones enzimáticas del organismo
- Selenio: poderoso antioxidante que protege las células del daño oxidativo
Los fitoquímicos y antioxidantes presentes en el salvado y el germen añaden otra dimensión al valor nutricional de la harina integral. Compuestos como los lignanos, fenoles y fitoesteroles han demostrado propiedades antiinflamatorias y protectoras contra diversas enfermedades crónicas según estudios sobre beneficios de granos integrales.
Índice glucémico y control de azúcar en sangre
Uno de los beneficios metabólicos más relevantes de la harina integral es su impacto en los niveles de glucosa sanguínea. Los productos elaborados con harina integral generalmente presentan un índice glucémico más bajo que sus equivalentes refinados, lo que significa que provocan elevaciones de azúcar en sangre menos pronunciadas.
Este efecto se atribuye principalmente a:
- La presencia de fibra, que ralentiza la digestión y absorción de carbohidratos
- La estructura física del grano, que dificulta el acceso de las enzimas digestivas al almidón
- Un mayor contenido de proteínas y grasas, que modifica la respuesta glucémica global
Un metaanálisis de 2018 que examinó 58 estudios clínicos concluyó que sustituir harina refinada por integral puede reducir significativamente los picos de glucosa postprandial hasta en un 30%. Esta característica resulta especialmente beneficiosa para personas con diabetes o resistencia a la insulina.

Desafíos en el uso de la harina integral
Pese a sus innegables ventajas nutricionales, adoptar la harina integral no está exento de dificultades. Tanto consumidores como profesionales de la panadería y repostería enfrentan diversos obstáculos que pueden limitar su uso generalizado.
Problemas de procesamiento y horneado
Las características físicas y químicas de la harina integral presentan desafíos significativos en la preparación de productos horneados. La presencia del salvado interfiere con la formación de la red de gluten, elemento estructural fundamental en panes y masas leudadas. Esto se traduce en:
- Menor volumen y densidad más alta en panes
- Textura más granulada y menos esponjosa
- Mayor dificultad para conseguir masas elásticas y extensibles
- Tiempos de fermentación diferentes a los convencionales
Los profesionales panaderos a menudo recurren a técnicas específicas para compensar estas limitaciones, como:
- Hidrataciones más elevadas (hasta 15-20% más de agua)
- Pre fermentos y masas madre para mejorar sabor y estructura
- Adición de gluten vital para reforzar la estructura
- Combinaciones estratégicas con harinas refinadas
Otro aspecto crítico a considerar es la vida útil. Los aceites presentes en el germen son propensos a enranciarse, reduciendo significativamente la estabilidad de la harina integral. Mientras que la harina refinada puede almacenarse durante meses sin deterioro notable, la integral comienza a desarrollar sabores desagradables entre 1-3 meses después de la molienda, especialmente si no se almacena adecuadamente.
Aspectos organolépticos y aceptación del consumidor
El perfil sensorial de los productos elaborados con harina integral difiere considerablemente de aquellos hechos con harina refinada, lo que puede influir en la aceptación por parte de los consumidores. Estas diferencias incluyen:
- Sabor: notas más intensas, a menudo descritas como «terrosas» o «a nuez»
- Color: tonalidades marrones que pueden percibirse como menos atractivas
- Textura: sensación más gruesa en boca, con presencia perceptible de partículas
Estudios de preferencia del consumidor indican que existe una brecha generacional significativa en la aceptación de productos integrales. Mientras los consumidores más jóvenes y aquellos con mayor conciencia nutricional tienden a valorar positivamente estas características distintivas, otros segmentos poblacionales muestran preferencia por los productos tradicionales elaborados con harinas refinadas.
Los fabricantes han respondido a este desafío desarrollando harinas integrales de molienda más fina y variedades «white whole wheat» (trigo integral blanco) que intentan ofrecer un punto intermedio entre los beneficios nutricionales y las características organolépticas deseables.

¿Es realmente más nutritiva la harina integral?
A pesar del consenso general sobre los beneficios nutricionales de la harina integral, es importante examinar críticamente esta afirmación a la luz de la evidencia científica actual y considerar algunos matices relevantes.
La superioridad nutricional de la harina integral se fundamenta principalmente en su contenido de fibra y micronutrientes. Sin embargo, varios factores pueden influir en el valor nutricional real del producto final:
- Método de procesamiento: la molienda excesivamente fina puede alterar la estructura del grano y modificar su impacto metabólico
- Tiempo transcurrido desde la molienda: algunos nutrientes, especialmente antioxidantes, van degradándose con el tiempo
- Método de cultivo: las prácticas agrícolas influyen significativamente en el perfil nutricional del grano
Un aspecto frecuentemente pasado por alto es la biodisponibilidad de los nutrientes. La harina integral contiene naturalmente ácido fítico, un compuesto que puede reducir la absorción de minerales como hierro, zinc y calcio. Los procesos tradicionales como la fermentación prolongada, el remojo y la germinación reducen estos anti nutrientes, pero estas prácticas rara vez se aplican en la producción industrial moderna.
Es importante notar que la legislación en muchos países exige la fortificación de harinas refinadas con vitaminas y minerales específicos para compensar las pérdidas durante el procesamiento. Esto puede reducir parcialmente la brecha nutricional entre ambos tipos, aunque la fibra y los fitoquímicos siguen siendo ventajas exclusivas de la integral.
Impacto en la salud pública
Las implicaciones del consumo de harina integral trascienden el ámbito individual para convertirse en un tema relevante de salud pública. Numerosos estudios epidemiológicos han establecido correlaciones significativas entre el consumo regular de granos integrales y la reducción de diversas enfermedades crónicas.
Reducción de enfermedades crónicas
La evidencia científica respaldando los beneficios de la harina integral en la prevención de enfermedades crónicas es sustancial y creciente. Un análisis de 45 estudios prospectivos con más de 700,000 participantes publicado en The Lancet reveló que por cada 90 gramos de granos integrales consumidos diariamente (equivalente aproximadamente a 3 porciones), el riesgo de mortalidad por todas las causas disminuía en un 17%.
Específicamente, el consumo regular de productos elaborados con harina integral ha demostrado efectos protectores contra:
- Enfermedades cardiovasculares: reducción del 22% en el riesgo de cardiopatía coronaria según metaanálisis recientes
- Diabetes tipo 2: disminución del 32% en la incidencia en personas que consumen regularmente granos integrales versus aquellas que consumen principalmente refinados
- Ciertos tipos de cáncer: especialmente colorrectal, con reducciones de riesgo entre 17-21% según datos del World Cancer Research Fund
- Obesidad: asociación inversa entre consumo de granos integrales y ganancia de peso a largo plazo
Estos efectos protectores se atribuyen a múltiples mecanismos biológicos complementarios:
- Reducción de la inflamación sistémica
- Modulación favorable del microbioma intestinal
- Mejora del perfil lipídico sanguíneo
- Optimización de la respuesta glucémica
- Mayor saciedad y mejor control de la ingesta calórica
Las recomendaciones de cómo la fibra influye en la salud han sido respaldadas por múltiples organismos que están comenzando a actualizar sus directrices nutricionales para enfatizar la importancia de los granos integrales.
Desigualdades en el acceso y políticas públicas
A pesar de sus beneficios, existen barreras socioeconómicas significativas que limitan el acceso a productos elaborados con harina integral en muchas comunidades:
- Mayor costo en comparación con alternativas refinadas (entre 20-60% más caros según región)
- Menor disponibilidad en áreas de bajos ingresos y «desiertos alimentarios»
- Brechas educativas sobre sus beneficios y formas de preparación
- Resistencia cultural en poblaciones habituadas a productos refinados
Varios países han implementado políticas públicas orientadas a incrementar el consumo de granos integrales, con resultados mixtos:
- Dinamarca: campañas nacionales que lograron triplicar el consumo entre 2008-2014
- Singapur: subsidios a productos integrales en comedores escolares
- Brasil: inclusión específica en guías alimentarias nacionales con campañas educativas
Los expertos coinciden en que un enfoque multifacético que combine educación nutricional, incentivos económicos y reformulación gradual de productos podría optimizar la transición poblacional hacia un mayor consumo de harina integral.
Adopción y tendencias actuales
El mercado de la harina integral y productos derivados ha experimentado un crecimiento significativo en la última década, reflejando tanto cambios en las preferencias del consumidor como avances en tecnología alimentaria y marketing nutricional.
Tendencia hacia ingredientes sostenibles
La harina integral no solo está ganando terreno por sus beneficios nutricionales, sino también por consideraciones de sostenibilidad. Comparado con la producción de harina refinada, el procesamiento integral:
- Reduce el desperdicio alimentario al utilizar prácticamente todo el grano
- Disminuye el consumo energético al evitar pasos adicionales de refinado
- Mejora la eficiencia de recursos al maximizar el rendimiento por grano cultivado
Esta alineación con valores de sostenibilidad ha impulsado su adopción entre consumidores preocupados por el impacto ambiental de sus elecciones alimentarias. Las investigaciones sobre sostenibilidad de harina industrial: impacto ambiental muestran que las prácticas agrícolas regenerativas combinadas con el uso integral del grano ofrecen algunas de las opciones más sostenibles en productos de panadería.
Adicionalmente, el movimiento de granos ancestrales o «heritage grains» ha revitalizado el interés por variedades tradicionales de trigo como einkorn, emmer y spelt, muchas de las cuales se comercializan exclusivamente en formato integral debido a sus características nutricionales diferenciadas.

Innovaciones en procesamiento y formulación
La industria alimentaria ha respondido a los desafíos técnicos de la harina integral con innovaciones que buscan preservar sus beneficios mientras mejoran sus características funcionales:
- Molienda ultrafina: procesos que reducen el tamaño de partícula sin eliminar componentes
- Tratamientos enzimáticos: para mejorar comportamiento en horneado y reducir anti nutrientes
- Estabilización térmica: para extender vida útil reduciendo oxidación de lípidos
- Hidrocoloides específicos: que compensan diferencias estructurales en productos finales
Estas innovaciones han permitido introducir mayores porcentajes de harina integral en productos tradicionales sin comprometer drásticamente sus características sensoriales, facilitando una transición gradual del consumidor.
El desarrollo de variedades de «trigo integral blanco» (white whole wheat) representa otro avance significativo, ofreciendo el perfil nutricional del integral con características organolépticas más cercanas al refinado, especialmente valioso para introducir a niños y consumidores reacios a los granos integrales.
¿Cómo identificar una verdadera harina integral de calidad?
El creciente interés en productos integrales ha generado un mercado donde no todas las opciones ofrecen los mismos beneficios. Distinguir una harina integral auténtica y de calidad requiere atención a varios factores clave.
En primer lugar, la legislación en distintos países varía respecto a qué puede etiquetarse como «integral». Mientras algunas jurisdicciones requieren que el 100% del grano esté presente, otras permiten etiquetado como «integral» con porcentajes menores. Los consumidores deben familiarizarse con términos como:
- 100% integral: garantiza que toda la harina proviene de granos enteros
- Hecha con granos integrales: puede contener mezclas con harinas refinadas
- Multigrano: indica variedad de cereales, pero no necesariamente integrales
La lista de ingredientes es reveladora: en una verdadera harina integral debe especificarse «harina integral de trigo» (o el cereal correspondiente) como primer ingrediente. Si aparecen términos como «harina enriquecida» o «harina de trigo» sin el calificativo «integral», probablemente contenga harinas refinadas.
Los aspectos físicos también proporcionan pistas valiosas:
- Color: tonalidades más oscuras que varían según el cereal (aunque esto no es determinante por sí solo)
- Textura: ligeramente más gruesa al tacto, con presencia visible de partículas de salvado
- Aroma: más intenso y «a grano», especialmente en harinas recién molidas
Para quienes buscan máxima calidad, las certificaciones de calidad de harina y marketing pueden proporcionar garantías adicionales, aunque impliquen un costo superior.
La frescura es un factor crítico frecuentemente descuidado. Idealmente, la harina integral debería utilizarse dentro de los 1-3 meses posteriores a su molienda. Algunas estrategias para garantizar frescura incluyen:
- Comprobar fechas de producción (no solo de caducidad)
- Adquirir en establecimientos con alta rotación de productos
- Preferir envases opacos que protejan de la luz
- Almacenar en refrigerador o congelador para largas conservaciones
Los molineros artesanales y molinos locales a menudo ofrecen harinas integrales de superior calidad con trazabilidad completa del grano al consumidor. Estas opciones, aunque generalmente más costosas, suelen proporcionar perfiles nutricionales óptimos y características organolépticas superiores.
Harina integral vs. otras alternativas saludables
El panorama de harinas «saludables» se ha diversificado enormemente en los últimos años. Comparar la harina integral con estas alternativas permite contextualizar sus beneficios relativos dentro del espectro de opciones disponibles.
Entre las principales alternativas encontramos:
- Harinas de pseudo-cereales (quinoa, amaranto, trigo sarraceno): generalmente sin gluten, con perfiles proteicos completos y altos contenidos de minerales
- Harinas de legumbres (garbanzos, lentejas): destacan por su elevado contenido proteico y bajo índice glucémico
- Harinas de frutos secos/semillas (almendra, coco, lino): bajas en carbohidratos, altas en grasas saludables
- Harinas fermentadas/germinadas: con mayor biodisponibilidad de nutrientes y digestibilidad mejorada
Cada alternativa ofrece ventajas específicas para distintas necesidades dietéticas:
- Para personas con sensibilidad al gluten o celiaquía, las harinas de pseudo-cereales y legumbres proporcionan opciones nutricionalmente densas
- Quienes siguen dietas bajas en carbohidratos pueden beneficiarse de harinas de frutos secos
- Las personas con sensibilidades digestivas a menudo toleran mejor productos fermentados o germinados
Sin embargo, ninguna alternativa proporciona exactamente el mismo perfil nutricional que la harina integral de trigo. Cada opción implica compensaciones:
- La mayoría de alternativas contienen menos gluten o carecen de él, afectando propiedades de horneado
- Perfiles de sabor significativamente diferentes que pueden requerir adaptación
- Costos generalmente más elevados (hasta 3-5 veces el precio de la harina integral de trigo)
- Menor disponibilidad en el mercado general
La perspectiva más equilibrada sugiere que la diversificación de fuentes de harinas puede proporcionar la gama más amplia de beneficios nutricionales. Combinar harina integral de trigo con pequeñas cantidades de alternativas específicas permite maximizar ventajas nutricionales mientras se mantienen características culinarias familiares.
Para los interesados en optimizar sus elecciones, la guía práctica para identificar harina de calidad para panaderos ofrece criterios aplicables tanto a harinas integrales como a sus alternativas.

¿La harina integral es adecuada para todos?
Aunque los beneficios generales de la harina integral están bien documentados, no representa la opción óptima para todos los individuos. Diversas condiciones médicas, sensibilidades digestivas y preferencias personales pueden influir en su idoneidad.
Las contraindicaciones más relevantes incluyen:
- Enfermedad celíaca: la harina integral de trigo, cebada o centeno contiene gluten y está absolutamente contraindicada
- Sensibilidad al gluten no celíaca: muchas personas experimentan síntomas digestivos adversos aun sin celiaquía confirmada
- Síndrome del intestino irritable: especialmente en personas sensibles a FODMAPs, los frútanos presentes en el trigo pueden exacerbar síntomas
- Enfermedad inflamatoria intestinal: durante brotes agudos, el alto contenido de fibra puede agravar síntomas en algunos pacientes
Consideraciones adicionales relevantes para poblaciones específicas:
- Niños pequeños: la fibra excesiva puede reducir densidad calórica y absorción de nutrientes en momentos críticos de crecimiento
- Adultos mayores: algunos pueden experimentar dificultades digestivas con productos muy ricos en fibra
- Atletas de alto rendimiento: durante periodos específicos de entrenamiento pueden requerir carbohidratos de absorción más rápida
Para quienes experimentan sensibilidades digestivas leves, algunas estrategias pueden mejorar la tolerancia:
- Introducción gradual para permitir adaptación de la microbiota intestinal
- Preferencia por productos fermentados (como panes de masa madre) que pre-digieren parcialmente componentes problemáticos
- Combinación estratégica con harinas refinadas en proporciones personalizadas
- Exploración de variedades antiguas de trigo (einkorn, espelta) que algunos toleran mejor
Es importante enfatizar que la nutrición óptima debe ser individualizada. Las recomendaciones generales de salud pública favoreciendo granos integrales representan directrices poblacionales que pueden requerir adaptación según circunstancias personales. La consulta con profesionales de nutrición calificados es aconsejable para quienes experimentan síntomas adversos o tienen condiciones médicas específicas.
El futuro de la harina integral en la alimentación global
Las tendencias actuales sugieren que la harina integral continuará ganando relevancia en el panorama alimentario mundial, impulsada por factores convergentes que trascienden las consideraciones puramente nutricionales.
Los avances tecnológicos están transformando rápidamente el sector:
- Tecnologías de micro molienda que preservan nutrientes mientras mejoran características funcionales
- Bio fortificación de variedades de trigo para potenciar perfiles nutricionales específicos
- Fermentación controlada a escala industrial que mejora biodisponibilidad y digestibilidad
- Aplicaciones digitales que facilitan trazabilidad completa del campo a la mesa
Las implicaciones para la seguridad alimentaria global son significativas. El aprovechamiento integral del grano aumenta la eficiencia de los sistemas alimentarios, generando aproximadamente 25-30% más producto utilizable por hectárea cultivada en comparación con el procesamiento que separa fracciones del grano.
El cambio climático introduce otra dimensión relevante. Algunas investigaciones sugieren que variedades tradicionales de trigo cultivadas en sistemas agroecológicos y procesadas integralmente podrían ofrecer mayor resiliencia ante condiciones climáticas variables, contribuyendo a sistemas alimentarios más sostenibles.
Las perspectivas educativas y culturales también evolucionan. A medida que las nuevas generaciones se familiarizan con sabores y texturas integrales desde edad temprana, las preferencias poblacionales gradualmente se recalibran, facilitando mayor aceptación a largo plazo.
El desafío pendiente más significativo sigue siendo equilibrar tres factores frecuentemente en tensión:
- Maximización de beneficios nutricionales
- Características sensoriales y funcionales aceptables
- Accesibilidad económica para poblaciones diversas
Las soluciones más prometedoras probablemente combinarán avances tecnológicos con recuperación de conocimientos tradicionales sobre procesamiento de granos, especialmente técnicas de fermentación que han sido parte de culturas alimentarias durante milenios.

Conclusiones: ¿Vale la pena hacer el cambio a la harina integral?
Tras este análisis exhaustivo, podemos responder a la pregunta inicial con matices importantes. La evidencia científica respalda firmemente los beneficios nutricionales de la harina integral frente a sus contrapartes refinadas para la mayoría de la población. Su perfil superior en fibra, micronutrientes y compuestos bioactivos se traduce en ventajas tangibles para la salud a largo plazo, especialmente en la prevención de enfermedades crónicas.
Sin embargo, «mejor» no significa necesariamente «óptima para todos en todas las circunstancias». La idoneidad de la harina integral debe evaluarse considerando:
- Condiciones médicas específicas y tolerancias individuales
- Contexto culinario y resultados deseados en preparaciones
- Preferencias personales y adaptabilidad gustativa
- Accesibilidad económica y disponibilidad local
Un enfoque equilibrado podría incluir:
- Sustitución parcial de la harina refinada por harina integral en recetas habituales, permitiendo una transición progresiva que facilite la adaptación del paladar y la digestión. Por ejemplo, empezar con mezclas al 50 % y ajustar según la tolerancia y el resultado deseado.
Exploración de diferentes tipos de harinas integrales, como la de trigo, espelta, avena o centeno, para diversificar el aporte nutricional y encontrar opciones que se adapten mejor a cada preparación culinaria.
Consideración del procesamiento y la calidad de la harina integral, priorizando opciones menos industrializadas y con mínimas adiciones de conservantes o mejoradores, ya que no todas las harinas integrales en el mercado son iguales en términos de calidad y beneficios.
Atención a la combinación con otros alimentos para optimizar la absorción de nutrientes. Por ejemplo, consumir harina integral junto con fuentes de vitamina C puede mejorar la absorción del hierro presente en los cereales integrales.
En conclusión, hacer el cambio a la harina integral puede ser una decisión acertada para mejorar la calidad nutricional de la dieta, pero no debe abordarse de manera rígida o absoluta. La clave está en encontrar un equilibrio que permita disfrutar de sus beneficios sin sacrificar la experiencia gastronómica ni la comodidad en la cocina. Adaptar el consumo de harina integral a las necesidades individuales garantizará una transición sostenible y beneficiosa a largo plazo.
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